Los días 14 y 15 de agosto se desarrolló nuevamente uno de los eventos más esperados del año para el mundo de los balletómanos: la Gala Internacional de Ballet de Providencia, organizada por sexto año por la Fundación Cultural de dicha comuna, en el hermoso edificio patrimonial, como es el Teatro Oriente, ubicado en Av. Pedro de Valdivia.
Esta gala, sin embargo, tiene nombre y apellido, y es gracias al director ejecutivo de la Fundación, el abogado y amante del ballet y la danza contemporánea, Jorge Andrés González Granic. Él asumió la dirección ejecutiva bajo la administración comunal de la actual candidata presidencial, la señora Evelyn Matthei. Afortunadamente, para nosotros —y para uno de los hitos más importantes de la danza en nuestro país—, el nuevo alcalde, el señor Jaime Bellolio Avaria, fue el encargado de dar inicio a esta nueva versión del evento. Con su presencia, nos regaló la seguridad y la esperanza de que la Gala Internacional de Ballet de Providencia continuará durante su período.
Y lo menciono porque es totalmente válido que cambien las prioridades en una nueva administración municipal. Sin embargo, realizar esta gala en esta oportunidad demuestra que se valora todo el esfuerzo que implica traer a suelo chileno a grandes exponentes de nuestra disciplina artística.
Pero vamos a lo que realmente nos convoca: esta lluvia de estrellas —o futuros grandes talentos— del ballet y la danza contemporánea.
Como no me gusta ser condescendiente ni dejar pasar los errores, quiero partir por ellos. No con ánimo de destruir ni desmerecer el trabajo que hay detrás, sino, por el contrario, desde el compromiso y respeto profundo por el oficio. Como bailarín, siempre entendí el amor y la dedicación que requiere esta profesión; hoy, como espectador, valoro profundamente la importancia de ofrecer a los asistentes lo mejor que se pueda entregar.
Durante la función, se produjeron errores técnicos de audio al inicio de los cuadros 1, 2 y 4 de la primera parte, que fueron muy notorios. También se repitió la situación en el cuarto cuadro de la segunda parte, donde la música comenzó antes de que los bailarines ingresaran al escenario, afectando gravemente la sincronía y el impacto del momento.
Por otro lado, considero que el orden del programa pudo haberse estructurado mejor. Las dos compañías nacionales —el Ballet Nacional Chileno y el Ballet de Santiago— habrían estado mejor distribuidas si se hubieran presentado una en cada parte del programa. La segunda parte, además, se volvió algo monótona debido tanto a la selección de obras como a la extensión del programa, lo cual afectó el ritmo general.
Pero partamos por el inicio de esta velada. La gala abrió con el “Pas d’esclave de El Corsario”, interpretado por nuestra querida Romina Contreras —una talentosa y bella, ex primera bailarina del Ballet de Santiago que actualmente desarrolla su carrera en Europa— junto al experimentado Giovanni Rotolo, en una coreografía de Marius Petipa. Este fue un buen trabajo técnico y escénico, aunque Romina mostró un rictus facial que delataba cierto nerviosismo. Probablemente por la carga simbólica de abrir el programa y por lo que significaba su regreso a los escenarios chilenos, donde —hay que decirlo— era claramente el centro de todas las miradas.
Luego vino el turno del Ballet Nacional Chileno con la obra “Poesía del Otro”, de su director y coreógrafo Mathieu Guilhaumon, interpretada por Fabián Leguizamón —Premio Círculo de Críticos de Artes de Chile 2024 como mejor figura masculina— junto a Karlee Donley, bailarina estadounidense que se integró al elenco nacional a finales del año pasado. Si bien he visto a Karlee bailar en otras ocasiones, esta vez me sorprendió gratamente su interpretación, ya que el recuerdo en la interpretación de esta obra era con Marine García, ex figura de la compañía que hoy baila en la Ópera Ballet Flandes (Bélgica). Sin embargo, me llamó la atención un detalle: su vestuario. Conozco bien esta obra, y el torso desnudo ha sido un elemento importante que denota la fragilidad del personaje, lejos de ser vulgar, es más bien elegante y sutil. En esta ocasión, ella usó una malla que cubría la parte superior del cuerpo. Espero sinceramente que no se trate de una limitación a la libertad creativa y artística en una obra ya consolidada.
Continuó “Raimonda pas de deux” en coreografía de Marius Petipa e interpretada correctamente por la dupla Anastasía Matvienko y Víctor Caixeta, bailarines elegantes y de enorme belleza escénica.
Y llegó el turno de “Romeo y Julieta” en coreografía de Sir Kenneth MacMillan con dos bailarines principales del Royal Ballet (Reino Unido) que sin duda fueron los más altos en tecnica, virtuosismo y aplaudidos de la velada. Elegantes, llenos de gracia y carisma, si bien erraron en un primer lift (levantar a un bailarín del suelo y sostenido por su compañero de baile), fue desenvuelto con profesionalismo y dominio.
“Apolo”, de George Balanchine, fue la pieza que le sucedió al cuadro anterior, de los también bailarines del Royal Ballet y favoritos también del público. Ellos fueron: Fumi Kaneko y Vadim Muntaguirov, que entregaron dominio y visualizaron el buen partner que logran al bailar juntos, con gracia y complicidad.
Cerrando la primera parte, llegó el turno del Ballet de Santiago con un cuadro de “Bodies of Division”, coreografía contemporánea de James Pett y Travis Clausen-Knight, pieza de enorme belleza e interpretada hermosamente por Ethana Escalona y Christopher Montenegro como principales, y por los bailarines Lorena Borja, Carlos Alvarado, Jacob Alvarado, Eduardo Díaz y Aarón Guzmán. Lindas cualidades, bellos bailarines y que dejó esa grata sensación de querer ver más de esta pieza.
Al regreso de la pausa, abren la segunda parte “Scheherezade”, en coreografía de Michel Fokine e interpretada por Anastasia Matvienko y Victor Caixeta. Si bien muy bien ejecutada, ella, de bella figura y hermosas contorsiones, resultó algo extensa y lenta.
Continuó la jornada con “Vértigo”, de Mauro Bigonzetti, y la presentación de Romina Contreras junto a Giovanni Rotolo. En un trabajo memorable, linda pieza y muy bien desarrollada por la dupla, con deliciosas cualidades de movimiento, bailada tan al unísono y compenetrados que solo lograron deleite y sublimidad.
Después de este momento, llegó el turno de “Llamas de París”, de Vasily Vainonen, junto a los bailarines Ashley Knox y Lucas Erni, que demostraron tecnicismo y bravura en una pieza llena de virtuosismo y destreza.
Luego llegó el turno de “Adagietto” del destacado coreógrafo argentino Oscar Araiz, interpretada por los bellos bailarines Elizabeth Antúnez y Miguel Ángel Klug. Y aquí me quiero detener, ya que me declaro admirador del trabajo del maestro Araiz. He tenido la fortuna de bailar muchas de las obras que montó junto al Ballet Nacional Chileno; conozco su tremenda musicalidad en cada una de sus piezas. Saber que venía a nuestro país y a la compañía era la ocasión para soñar con quedar en su trabajo, y un tremendo desafío artístico para lograr reflejar lo que él esperaba. Sin embargo, y si bien los intérpretes fueron esquisitos de ver, “Adagietto” me resultó algo demodé y no para esta ocasión.
Ya cerrando la VI Gala Internacional de Ballet de Providencia, llegaron las dos duplas mágicas de la velada. Primero, Fumi Kaneko y Vadim Muntaguirov en “La Bayadera pas de deux”, en coreografía de Marius Petipa, en un trabajo notable y perfecto. Y para finalizar, Mayara Magri y Matthew Ball en “Tchaikovsky pas de deux” de George Balanchine, donde entregaron toda su técnica y carisma, logrando los aplausos espontáneos de un público cautivo ante su trabajo.
En resumen: este encuentro representa, sin lugar a dudas, una oportunidad única de presenciar en tierras chilenas lo más destacado de la danza a nivel internacional, convirtiéndose en una instancia especial y muy esperada para quienes amamos este arte. Además, el hecho de abrir su ensayo general a estudiantes de danza demuestra, por parte de sus organizadores, un valioso compromiso con las nuevas generaciones y una verdadera luz de inspiración para futuros intérpretes.
No es habitual encontrarse con este número de experimentados bailarines reunidos en un solo lugar, provenientes de diferentes escuelas y estilos, pero con un nivel de excelencia que solo esta gala nos ofrece. Por tal motivo, solo queda felicitar y agradecer a quienes organizan este magno evento.
Fotografías: Teatro Oriente