
Hay películas que generan muchas expectativas debido a la cantidad de premios que anteceden su estreno nacional. Es el caso de “Un Poeta” (2025), cinta dirigida, escrita y producida por el cineasta colombiano Simón Mesa Soto. Este filme ganó el Premio del Jurado del Festival de Cannes, la Mejor Película Latinoamericana en San Sebastián y sendos premios en Munich, Melbourne y Lima, entre otros.
La película tiene un tema interesante, está bien realizada y tiene una actuación protagónica descollante; pero está lejos de estar impecablemente lograda en el tratamiento del asunto central: cómo debe vivir y comportarse socialmente un poeta, sin traicionar sus principios estéticos, morales y políticos. En este aspecto, la cinta se queda por momentos atrapada en clichés sobre los “poetas malditos e incomprendidos” por la sociedad y que no logran el reconocimiento que merecen, teniendo que dedicarse a trabajos indignos y mal remunerados, lo que en realidad le ocurre a muchos creadores, no sólo a los poetas; y no sólo en Colombia, sino en toda América y el mundo.
Mesa Soto, de 39 años, había dirigido anteriormente tres cortometrajes: “Los Tiempos Muertos” (2009), “Leidi” (2014) y “Madre” (2016); y un largometraje: “Amparo” (2021), todos ellos también galardonados; lo cual hace pensar que es su tipo de cine, directo y desenfadado, el que gusta a los jurados de los certámenes.
En “Un Poeta”, el protagonista, el vate Oscar Restrepo (Ubeimar Ríos), ha publicado dos libros, con los cuales ha ganado premios, incluso uno nacional; pero igual no se encuentra satisfecho. Por un lado, quiere tener reconocimiento nacional y ganar dinero; y por otro lado, no desea abjurar de lo que piensa que debe ser un poeta verdadero, cuyo modelo es José Asunción Silva (1865-1896), poeta moderno colombiano, que se suicidó a los treinta años, por la incomprensión y desconocimiento de la sociedad colombiana de fines del siglo XIX.
Esta misma falta de valoración sufre Restrepo, de parte de su familia, sobre todo de su hija Daniela (Alisson Correa) y de sus colegas, encarnada en la figura del poeta Efraín (Guillermo Córdova), jefe de la Casa de la Poesía, entidad oficial de Medellín, que recibe apoyo de la cooperación internacional, y que ampara parcialmente a Restrepo, hasta que éste se despacha un tremendo desacierto social, como es su costumbre habitual.
Claro que a Restrepo no le da como para suicidarse, como amenaza y como lo desafía un familiar; ya que se enreda en lamentos y llantos, sin dedicarle tiempo a la escritura y al trabajo riguroso, como hacen los verdaderos poetas, que están conscientes de que a lo largo de la historia nunca ha sido fácil para los artistas sobrevivir del trabajo que más les gusta y reconforta.
Al protagonista se le abre una veta de ilusión cuando descubre entre sus alumnos de secundaria (un trabajo que toma sólo por el dinero), a una alumna con talento poético, Yurlady (Rebeca Andrade), en la cual proyecta su propia frustración, más que el verdadero deseo de la joven. La hace participar de una escuela y un festival de poesía, con el apoyo del ojo interesado de Efraín; lo que conducirá a un desastroso desenlace, que pondrá de manifiesto la fragilidad del armazón cultural y valórico de la pujante ciudad, que tiene una realidad en el plan y otra en sus desamparados cerros.