Ópera
03 de Enero, 2022

Retorno de la Ópera en Pandemia

Por Jaime Torres Gómez

La rearticulación en pandemia de la ópera -la suma de toda las artes musicales y escénicas…- no ha sido fácil, no obstante loables esfuerzos en reflotarla.

Levantar producciones de ópera en sí es complejo, complicándose inorgánicamente tras la realidad pandemial que aún sigue aquejando al planeta. No obstante la apertura de los espectáculos con público presencial a partir de agosto, siguen condicionadas las programaciones de las producciones en general. De hecho, el género operístico no ha totalizado más de dos puestas en escena, sumado a otros emprendimientos de ópera de cámara en circuitos acotados.

La última producción de ópera pre-pandemia se dio exitosamente en marzo de 2020 en el Teatro Regional del Maule en Talca, con Don Giovanni de Mozart. Y recién, a mediados de noviembre y coincidentemente con el mismo título, el Teatro Municipal de Santiago reabrió sus puertas al género lírico. Luego, a comienzos de diciembre, se ofreció Rigoletto al aire libre en Concepción, organizada por la Corporación Cultural de la Universidad de dicha ciudad, que respondió a una alianza internacional con una institución italiana, e integrando a figuras regionales, nacionales e internacionales. Lamentablemente, no existió mayor difusión en la prensa nacional de esta importante iniciativa regional

Al día de hoy los desafíos por levantar producciones operísticas continúan directamente condicionados ante las disposiciones sanitarias, que siguen siendo rigurosas en cuanto al emplazamiento de músicos, cantantes, figurantes y apoyos esceno-técnicos, amén de las limitaciones de aforos al público, obligando disponer de mayor cantidad de funciones para equilibrar costos e ingresos, esto último muy condicionante aún ante la difícil realidad económica imperante.

De los títulos ofrecidos, sólo pudo presenciarse Don Giovanni en el Municipal de Santiago, dando cuenta de una realidad sin duda limitante y con proyecciones inciertas en distintos flancos, demandando adaptarse a horizontes de cortísimo plazo con suma flexibilidad más un manejo multifactorial en todo orden.

Con tal estado del arte, lo ofrecido por el Municipal fue reflejo, y por tanto, expandible a la realidad de prácticamente todos los espacios que desarrollan producciones de ópera. Originalmente promovida como una puesta semi-escenificada, finalmente derivó a una producción en los términos convencionales del rubro. A priori, debe justipreciarse el impulso por imprimir valor agregado a la idea original (a pesar del modesto resultado ante los altos estándares históricos de una factoría artística como el Municipal), considerando especialmente la limitante de no emplazar a la orquesta en el foso, elemento en este caso felizmente compatible dadas las características de una ópera mozartiana al no requerir un orgánico grande de músicos, pudiéndose así administrar con cierta comodidad el balance orquesta-voces. Pero inimaginable concebir un título que requiera de una orquesta mayor para una producción per se, situación inevitablemente supeditada a las vicisitudes pandemiales

Con dos elencos, se presenciaron sendos repartos en las funciones de estreno y última, respectivamente, complementándose la óptica en su conjunto al poder estar en distintas ubicaciones (palco primer piso y balcón del tercero), y pudiendo aquilatarse un resultado más favorable desde la localidad más alta, tanto en lo visual como en balance sonoro. 

Musicalmente -contemplando, muy acertadamente, un ciento por ciento de artistas nacionales-, hubo variables resultados, confirmando la excelencia de algunos, quedando en deuda otros y descubriendo a varios jóvenes talentos. 

Globalmente, las voces masculinas tuvieron un homogéneo desempeño en comparación a las femeninas, asimismo la dirección de Pedro-Pablo Prudencio, al optar por agitados (y poco convincentes) tempi, a ratos no proveyó completa comodidad de fraseo a los cantantes, no obstante un buen rendimiento de la Filarmónica de Santiago en calidad de sonido y ajuste grupal. Excelentes y de completo oficio los resultados de Patricio Sabaté y Javier Weibel, ambos en el rol de Don Giovanni, asimismo gran revelación el tenor Gonzalo Quinchahual, como Don Ottavio, y solventes Matías Moncada, como Leoporello, Pablo Santa-Cruz, como Masetto y Homero Pérez-Miranda, como  Il Commendatore.

En suma, un retorno de la ópera en tiempos de pandemia que evidenció una realidad respecto a lo posible por hacer en lo operativo y económico…