Música
17 de Agosto, 2023

La Sinfónica sin tropiezos…

Por Jaime Torres Gómez

Referirse a la nutrida oferta de conciertos disponible en Santiago (a gran diferencia de regiones…) -de la que se ha asistido a buena parte-, no da espacio para consignarla en la oportunidad y extensión ideal…

En el caso de la Sinfónica Nacional, hoy con su periodicidad y perfil programático histórico, ha sido posible presenciarle todos los programas desde comienzo de año, y consignados en anteriores referencias.

De esta forma, es menester referirse a tres programas realizados entre julio y agosto, traducidos en amplias convocatorias de público.

Relevante fue la presentación a cargo del titular sinfónico, Rodolfo Saglimbeni, con la cantata “Tristia”, Op. 18, de Hector Berlioz, junto al Poema Sinfónico “Una Vida de Héroe”, de Richard Strauss, ambas obras escasamente ofrecidas.

Muy oportuna la inclusión de “Tristia” (nombre asociado a "cosas tristes"), y al parecer estreno local. Siendo una compilación de 3 piezas del mismo Berlioz, las publicó como orgánico en 1852 condicionado por su autoexilio de París tras los estallidos de 1848. Excelente rendimiento del Coro Sinfónico de la Universidad de Chile, aunque el soporte orquestal se apreció algo desparejo.     

Por distinto carril discurrió el esperado poema sinfónico straussiano, siendo muy oportuno haberse ofrecido ante la escasez de oportunidades que la Sinfónica lo ha abordado, con una ausencia desde la recordada versión de Víctor Tevah en 1979 al 2011 junto a Ariel Zuckermann, esta última de buen recuerdo.  

Como fiel representante del post romanticismo musical, Una Vida de Héroe es de una libertad discursiva lindante a un exasperante narcisismo, ante su carácter autobiográfico, no obstante sus cautivantes bondades armónicas, extraordinario colorido y virtuosismo de orquestación.

Notable lectura de Rodolfo Saglimbeni, con irreprochable coherencia global, proveyendo debidamente el carácter de cada sección, amén de un completo manejo de colores y timbres, como una empática adopción de tempi. Logros extraordinarios en la gran sección lírica, asimismo en el Campo de Batalla, la recapitulación siguiente con extractos de obras straussianas anteriores y La Retirada del Héroe, de completa sumisión y distante a una errónea marcialidad final de muchas (y equivocadas) versiones… Y de gran “heroísmo” el cometido del fabuloso concertino sinfónico Héctor Viveros en el virtuoso y largo pasaje confiado al violín solista, demostrando consumada musicalidad y solvencia técnica…

A la semana siguiente, un muy buen debut del director español José María Moreno (titular de la prestigiosa Filarmónica de Málaga). Así, ante la gradual recuperación de la internacionalidad en las temporadas musicales, se celebra la llegada de un maestro de buena circulación exterior. 

Con un programa en extremo conservador (a veces hay que prescindir de cierto repertorio menos o nada conocido, para atraer más público…), contempló la archi ofrecida Obertura “Las Criaturas de Prometeo” de L.V. Beethoven junto al Concierto para Violín, también de Beethoven, y la Primera Sinfonía de J. Brahms (inexplicablemente programada, luego de haberse hecho antológicamente hace un año junto a Francisco Rettig…).

Gran calidad de resultados junto al maestro español, percibiéndose completa comunión artística entre director y dirigidos. Interesante enfoque de la Obertura, con aligeraciones sonoras más bien asociadas a un clasicismo por sobre cierta robustez romántica. Lo mismo el acompañamiento en el Concierto para Violín, en esta oportunidad con el destacado violinista chileno Freddy Varela (concertino de la excelente Orquesta Estable del Teatro Colón de Buenos Aires), quien tuvo un desempeño algo desparejo (especialmente en el primer movimiento, con pasajes algo confusos). Y con vertiginosa rapidez, la Sinfonía de Brahms se ofreció con excesiva extraversión y enfatizada más en lo rítmico (exceso de nervio) por sobre una debida amabilidad melódica, no obstante una extraordinaria respuesta de los sinfónicos en todo orden.

Por último, muy destacable el debut con la Sinfónica del emergente director chileno Christian Lorca, más bien conocido por su trabajo con orquestas juveniles y su titularidad de la Sinfónica de Copiapó. En esta oportunidad se le confió un programa monográfico John Williams, con una selección de sus más célebres composiciones para el cine. 

Con un esperable lleno total (4 funciones), el perfil de este programa se percibe oportuno como una forma de llegar a un público no habituado a conciertos de música de tradición escrita. Gran labor de Lorca, demostrando cabal conocimiento de las obras, y ofreciendo versiones de gran contundencia musical y con deslumbrantes resultados en todo orden. Necesario sería verlo en repertorios más clásicos junto a la decana Sinfónica Nacional u otras orquestas profesionales de la plaza.