Se presentó en el Teatro Municipal de Santiago una de las joyas del ballet romántico: Giselle, una obra estructurada en dos actos, con una duración cercana a las dos horas, y funciones programadas para los días 10, 12, 13, 15, 16 y 17 de septiembre.
Hablar de Giselle es, sin duda, referirse a uno de los ballets preferidos del público y profundamente arraigado en el inconsciente de quienes interpretan la danza. Basta con mencionar su nombre para que afloren recuerdos y melodías: uno de los leitmotivs más conocidos evoca el amor entre la protagonista y Loys (Albrecht), en aquella escena en la que deshoja una flor repitiendo "me quiere mucho, poquito, nada". Otro leitmotiv inolvidable nos transporta a la pasión de Giselle por el baile, a pesar de su frágil corazón.
Con coreografía de Iván Nagy —quien fuera director del Ballet de Santiago en dos oportunidades— y de su mujer Marilyn Burr, destacada bailarina y maestra, esta versión de Giselle cobra nueva vida. La música de la obra, compuesta por Adolphe Adam, fue mágicamente interpretada por la Orquesta Filarmónica de Santiago, en las manos de su director residente, Pedro-Pablo Prudencio. La alucinante escenografía y el vestuario de Pablo Núñez, la iluminación de Ricardo Castro, y en la reposición, las manos del coreólogo y destacado exbailarín Pablo Aharonian; y en la asistencia del remontaje, Cyril de Marval, Marcela Goicoechea y Andreza Randisek. Es decir, un bello equipo donde solo podemos esperar excelencia. Digo esto ya que, si me permito nombrar detalles de una producción, también hay que nombrar donde caben solo las felicitaciones.
Pero vamos a lo que nos convoca: la danza. Además, fui a la función de estreno, es decir, el miércoles 10 de septiembre, y hablo específicamente de esa función.
Y hay que partir con lo bueno y destacable en esta oportunidad: el cuerpo de baile femenino, que estuvo sólido en el segundo acto de las “Wilis”. Menciono el segundo acto porque es una prueba de fuego para una compañía de ballet: filas muy bien alineadas, similitud en la altura de piernas y brazos en los cruces; además, se vieron comprometidas, formando un solo cuerpo.
Katherine Rodríguez, quien interpretó a Myrtha, Reina de las “Wilis”, estuvo sólida: se mostró fría y técnicamente impecable. Ella simplemente se transforma en cada personaje que baila. Recordemos que, en este acto, el elenco femenino representa a jóvenes que murieron traicionadas en el amor; es decir, las mueve el despecho y la venganza.
Los protagonistas estuvieron a cargo de Laleska Seidel y Emmanuel Vázquez.
Ella, en el rol de Giselle, es una hermosa bailarina, algo que se percibe desde que pisa el escenario. Posee unos bellos pies y un buen en dehors (rotación externa de sus extremidades inferiores), además de lindas líneas, como en los arabescos. Sin embargo, me dejó con gusto a poco: eché de menos mayor locura y dramatismo en la escena donde descubre el engaño de Loys (Albrecht, duque comprometido con la princesa Bathilde, que oculta su identidad ante Giselle haciéndose pasar por un aldeano), y que le causa la muerte.
Por su parte, Vázquez, en el rol de Albrecht, es un bailarín sólido y virtuoso, pero no vi esa conexión especial que suele existir entre partners de danza, y que no tiene correspondencia con la relación de pareja, como sí ocurre, por ejemplo, cuando baila con Rodríguez.
María Lovero y Matías Romero bailaron el Pas Paysan; se vieron juveniles y gratos de apreciar. Romero se supera cada día, y eso es muy lindo de ver. Si bien Lovero tuvo una pequeña falla al finalizar unas piruetas, quedé con ganas de verla en papeles con más peso.
Con una participación especial estuvo Edymar Acevedo en el rol de madre. La menciono porque es la misma bailarina que se lució en el ballet “Nijinska: Secreto de la vanguardia”, obra que se mereció el Premio al Mejor Ballet 2023 por el Círculo de Críticos de Artes de Chile.
En resumen: Fue una linda velada para disfrutar del Ballet de Santiago y comprobar su capacidad para recorrer distintos estilos: desde la danza contemporánea —como en el cuadro Bodies of Division, coreografía de James Pett y Travis Clausen-Knight, que presencié en la VI Gala Internacional de Ballet de Providencia—, pasando por el neoclásico en Frida, presentado en julio de este año, hasta este último título del ballet romántico, Giselle.
Fotografías de Alberto Díaz