Música
06 de Junio, 2023

Delikatessen… , con mesura

Por Jaime Torres Gómez

Luego del huracán De los Mil”, con la Octava Sinfonía de G. Mahler en enero, recientemente la Sinfónica Nacional Juvenil -la Selección Chilena de la Fundación de Orquestas Infantiles y Juveniles de Chile (Foji)- retomó sus presentaciones en su sede del Teatro Corpartes, de privilegiada acústica.

Cabe señalar la extraordinaria labor de la Foji a lo largo de sus 30 años de historia, siendo una instancia inmejorable de entrenamiento en la práctica orquestal para músicos en formación, proyecto preclaramente concebido por Jorge Peña Hen y luego concretado en lo institucional por el recordado Fernando Rosas.

A la luz del mega montaje de la Octava mahleriana, y ahora con esta nueva presentación, dieron cuenta de la excelente labor de los instructores más el natural talento de los jóvenes músicos para enfrentar exigentes obras.

Con un marcado énfasis por complementar la oferta programática de las orquestas profesionales -en sí encomiable-, empero, no debe perderse el horizonte de soporte formativo, donde las líneas programáticas mejor deben concentrarse en la profundización del repertorio standard (clásicosrománticos y contemporáneos más recurrentes), y esporádicamente abordar obras de nicho… Y si bien para un activo “consumidor de música” puede reportarle gran experiencia presenciar obras raramente ofrecidas, a la postre, el foco de marras es custodiar la propia misión formativa, debiéndose subordinar las personales (y a veces antojadizas) preferencias de las cabezas artísticas al cometido básico de la Foji

Sólidamente dirigida por el destacado maestro suizo Nicolas Rauss, actual Titular de la Sinfónica del Sodre en Uruguay, y de profusa colaboración con orquestas chilenas, se ofreció un “cocktail” de verdaderas “delikatessen” de obras inhabituales, aunque sin espacio para otras tradicionales, siendo pertinente sean retomadas para el beneficio de los propios jóvenes músicos.     

Notable inicio con “Las Ofrendas Olvidadas” (Les Offrandes oubliées), de Olivier Messiaen, escasamente hecha en Chile (1967 y 2019). Esta impactante obra, de ascético carácter, posee una desnudez discursiva magistralmente revestida con timbres y colores de transparente luminosidad…. Escrupuloso trabajo de Rauss en precisión y texturas, más una autorizada cátedra develadora del pathos interno.

Posteriormente, un bienvenido re-estreno de las Variaciones Sinfónicas para Gran Orquesta, del emblemático compositor chileno Enrique Soro. Obra de juventud, fue compuesta en 1904 mientras terminaba sus estudios en Milán (preliminarmente publicada como “Tema con Variazioni”). Respecto a su estreno, no hay crónicas exactas del mismo, siendo todo un descubrimiento, y subsecuentemente muy oportuno reponerla a casi un siglo de no ofrecerse. De genuina raigambre romántica (o post romántica), como en toda la producción soriana, se da una cuidada administración de las formas (en este caso, con mayor recaudo al tratarse de una obra temprana), amén de una celebrada habilidad de orquestación y cautivante enjundia melódica. Magnífico resultado en todo orden, ameritándose una pronta reposición.    

Posteriormente, el estreno de “Manará, homenaje a Jorge Peña Hen”, de la joven compositora chilena Florencia Novoa. Del todo interesante la promoción de las jóvenes generaciones de compositores (as) nacionales, refrescando el interés por conocer del panorama creativo actual de la música de tradición escrita local. 

Como homenaje al cincuenta aniversario del asesinato de Jorge Peña Hen, fue pertinente su estreno por la Sinfónica Nacional Juvenil. De cierto eclecticismo, la obra deambula entre lo subjetivamente evocativo (en lo afectivo) y lo concreto (con alusiones sonoras locales), servido de un excelente manejo de la paleta instrumental (colores y timbres). Comprometida entrega del director invitado, logrando completo ajuste de los jóvenes músicos nacionales.     

Y con radical giro, un aparente reestreno (no se sabe de su estreno local) del Poema Sinfónico “Tasso: Lamento y triunfo” de F. Liszt. Correspondiente al segundo de sus trece poemas sinfónicos, está inspirado en diversas obras literarias sobre los desvaríos del poeta renacentista italiano Torcuato Tasso. Siendo música de programa, Liszt desarrolla magistralmente las distintas escenas, reflejando asertivamente los diversos caracteres insertos, desde lo íntimo hasta lo marcial. 

Acertada inclusión, especialmente ante una triunfal interpretación firmada por Nicolas Rauss, a quien se le ha presenciado importantes versiones de obras lisztianas. Con un enfoque de profunda interioridad, hubo soberano dominio de las atmósferas (logradas fluctuaciones contrastantes) y formidable manejo de las texturas y acentos. Gran calidad de sonido y ensamble. 

En suma, una presentación de exquisiteces musicales muy bien servida por jóvenes músicos liderados por un reconocido director, esperándose a futuro presentaciones con obras de repertorio habitual al mismo nivel de lo aquí ofrecido…