
 
       
                
                El último programa de abono de la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile en su nueva sede de la Gran Sala Sinfónica Nacional, tuvo como atractivo formato la presencia de David Greilsammer en calidad de solista y director, y con obras del Romanticismo de exigentes requerimientos interpretativos.
Cabe señalar que, desde la inauguración en julio pasado de este anhelado espacio como sede de la decana sinfónica nacional, aún se encuentra en etapa de calibración acústica, evidenciando desparejos resultados sonoros a lo largo de todo lo presenciado, luego de asistir a casi todos los programas de la actual temporada.
Comenzando con una tríada de piezas para coro y orquesta de Gabriel Fauré (1845-1924), y quizás abultando innecesariamente la duración total del concierto, empero, como contrapartida, se agradece la difusión de obras menos conocidas de este compositor, pilar fundamental del pre-impresionismo musical francés.
Comenzando con el Cántico de Jean Racine, Op. 11, originalmente para coro mixto, piano u órgano, y en una versión orquestal posterior hecha por el mismo compositor, posee un amable carácter como atractivas armonías y texturas, y en consonancia a lo más recurrente de toda la producción de Fauré. Lo mismo en el caso de las otras dos piezas: la Pavana en fa sostenido menor, Op 50 (mejor conocida en su versión puramente orquestal, agradeciéndose en esta oportunidad la versión coral) y el Madrigal, Op. 35 (original para cuarteto vocal o coro, con piano, y luego llevado a un orgánico orquestal). Estupendas versiones a cargo de la Camerata Vocal de la Universidad de Chile en la primera vez que se le presenciaba en la Gran Sala Sinfónica Nacional. Asimismo, atenta respuesta de los sinfónicos a los puntillosos requerimientos de la batuta invitada en carácter, tempi, balances y dinámicas.
Como traumático contrapunto, una versión -a lo menos chapucera- del Tercer Concierto para Piano de L.V. Beethoven, que auguraba mejor fortuna ante las credenciales de Greilsammer como pianista, y a la vez como excelente director a la luz de los resultados anteriores con las obras de Fauré. Estilísticamente desenfocado, amén de una errática calidad de sonido y discurso, desplegando una desenfocada arquitectura de las formas, con súbitos y descontextualizados cambios de tempi, caprichoso sentido del rubato, mal uso del pedal y con toques machacados, más el uso de una extemporánea cadenza de su propia autoría del último movimiento, no dio cuenta, precisamente, de alguna “consistente provocación” so pretexto de algún aggiornado contexto sigloveintiunero, incurriendo, a la postre, en total desvarío… Curiosamente, en su rol de director, Greilsammer tuvo correctas indicaciones en carácter y estilo, no entendiendo tan decepcionante disociación entre un mismo solista y director en aspectos musicales básicos…
Luego del desaguisado beethoveniano de marras, felizmente una estupenda versión de la siempre bienvenida Tercera Sinfonía “Escocesa” de Felix Mendelssohn. Dedicada a la reina Victoria luego de un viaje a Escocia que lo marcara fuertemente (reflejado también en su notable Obertura “La Gruta del Fingal”), tiene la característica que en sus cuatro movimientos (sin interrupción) reflejan mucho de la música popular escocesa. De cautivantes armonías más un soberbio manejo del contrapunto, asimismo, con acabado oficio en texturas y timbres, hacen de la Escocesa una irrefrenable audición, máxime estando muy bien servida, como en esta oportunidad, con una coherente versión firmada por David Greilsammer.
De vigoroso enfoque -sonoramente más bien enérgico que genuinamente evocativo y contemplativo de los paisajes escoceses inspirantes-, del todo encomiable el escrupuloso trabajo del maestro Greilsammer en balances, dinámicas, acentos y coherente adopción de tempi, sin perder carácter intrínseco. Gran respuesta de la decana sinfónica nacional en todo orden, logrando sortear algunos escollos acústicos recurrentes a lo largo del desarrollo de la temporada en la Gran Sala Sinfónica Nacional, como la errática proyección sonora de los violines.
En suma, una sui generis presentación de la Sinfónica Nacional de Chile, extrañamente liderada por un pianista como mejor y magnífico director…

