Música
22 de Junio, 2022

Atractivas obras con desbordantes talentos

Por Jaime Torres Gómez

Con motivo de la celebración por los 30 años de relaciones diplomáticas entre Chile y Croacia, se ha estado realizando un intercambio de artistas croatas y chilenos con presentaciones en sendos países.

La contribución al desarrollo productivo y cultural de la inmigración croata ha sido gravitante, al punto que el actual Presidente de la República es descendiente de dicha nación. En tanto, plausible reviste engalanar con excelentes valores artísticos tal celebración, como la venida de un cuarteto de cuerdas de los legendarios Solistas de Zagreb, con una deslumbrante presentación en el Teatro Oriente de Providencia, asimismo solistas instrumentales croatas junto a otras instituciones, y la venida del titular de la prestigiosa Filarmónica de Zagreb con el primer contrabajo de dicha orquesta, presentándose junto a la Sinfónica Nacional de Chile en el Teatro Municipal de Las Condes.

El concierto de la Sinfónica, con un novedoso repertorio, contó con la dirección del joven director polaco Dawid Runtz (30) -quien, paralelamente a su posición en Zagreb, es Director Musical de la Real Opera de Polonia en Varsovia-, dio cuenta de un desbordante talento, pudiéndose explicar que a los 28 años haya sido nombrado Director Musical de una orquesta de importante trayectoria como la Filarmónica de Zabreb.       

Interesante constituyó el estreno (al parecer latinoamericano) de la Obertura de la Ópera CómicaAmphitryon”, del croata de ancestro griego Boris Papandopulo (1906-1991). La música de este compositor gradualmente ha ido descubriéndose, existiendo hoy mayor disponibilidad de acceso a registros sonoros de la misma. Y en Chile, a excepción de su notable Pintarichianapara cuarteto de cuerdas en marzo pasado con Los Solistas de Zagreb, no hay registros de haberse hecho música de Papandopulo, constituyendo estos hitos todo un descubrimiento.  

La vasta producción papandopulana (música sinfónica, de cámara, ballet y opera) se inscribe dentro de un eclecticismo estético de atractivo interés, adscribiendo desde un neoclasicismo hasta directos guiños a exploraciones propias de la música del siglo 20. En el caso de la Obertura de Amphitryon (estrenada en 1940), se aprecia un notable manejo de la paleta orquestal (con frondosa orquestación, incluyendo piano, arpa más una variada gama de percusiones), y con una magistral explotación de colores y timbres. El trabajo del maestro Dawid Runtz con los sinfónicos, de primer orden en ensamble, transparencias y belleza de sonido. 

De Giovanni Bottesini (1821-1889) se ofreció una excelente versión del Concierto N° 2 en si menor para Contrabajo y Orquesta. Considerado como uno de los más importantes conciertos para dicho instrumento, tanto por su equilibrada construcción formal como a la bestial exigencia al instrumento solista (Bottesini fue un virtuoso contrabajista, al punto que se le ha llamado “el Paganini del contrabajo”), no se le suele frecuentar. La versión presenciada utilizó el orgánico orquestal original de una amplia orquesta (vientos completos, cornos, trompetas y timbal), la que no suele hacerse, recurriéndose más a la versión con orquesta de cuerdas hecha por el mismo Bottesini.

Notable entrega del contrabajista croata Nikša Bobetko, de amplia trayectoria internacional, con soberano dominio técnico y estilístico. Magnífica proyección y belleza sonora, amén de hermosos fraseos y musicalidad a borbotones. El acompañamiento de Runtz, en perfecta sintonía a la versión del autorizado solista, a pesar de lo incómodo del orgánico para orquesta grande, en cuanto la dificultad para proveer debidos balances al instrumento solista, apreciándose en esta oportunidad un acabado trabajo de equilibrio sonoro y ajuste.

Y como última obra, una deslumbrante versión de la Sinfonía N° 9 “Del Nuevo Mundo” de Antonin Dvorak (1841-1904). No obstante se hubiere preferido disponer de otra sinfonía dvorakiana (como la 6ta o 7ma), al ofrecerse previamente -en menos de un año- dos veces la Nuevo Mundo en Santiago…, sin embargo, la potencia interpretativa firmada por Dawid Runtz eclipsó tal prejuicio.      

Con gran respeto a la arquitectura formal, Runtz construye un discurso ora de sensibles trazos, ora de magnética robustez sonora, develando pasajes a veces inadvertidos (especialmente en el primer y segundo movimiento). Grandes logros en empáticos tempi, calibrados balances más una generosa exposición de las líneas melódicas. Sin duda, una interpretación triunfal y plenamente correspondida por los sinfónicos nacionales.

En suma, una presentación con atractivos aportes programáticos servida por desbordantes talentos, de los que se espera un pronto retorno por estas latitudes…